Ahora contamos con herramientas para identificar fácilmente el autor, el mensaje y el objetivo perseguido y así poder potenciar la imagen de las empresas y establecer las pautas a mejorar para su correcto funcionamiento
Todo se transforma. Así podríamos definir la comunicación en la era digital. Antes, los modelos de comunicación eran sencillos y limitados: un emisor enviaba un mensaje a un receptor a través de una señal. Sin embargo, con la aparición de Internet, los procesos de comunicación han cambiado por completo: contamos con contenidos multiplataforma que permiten interacciones en cualquier dirección y sobre cualquier objeto. Tenemos todos los canales, fuentes y destinos que podamos imaginar. Las posibilidades son ilimitadas. Bienvenidos a la nueva era de la comunicación digital.
Esta novedosa revolución industrial protagonizada por Internet parte de una única premisa aceptada por todos: el futuro es totalmente incierto. Nadie sabe lo que nos va a deparar el siglo XXI, hacia qué dirección se va a dirigir. Por ello, tenemos que ser capaces de manejar los instrumentos a nuestro alcance y de minimizar las consecuencias inesperadas. Ahora contamos con herramientas para identificar fácilmente el autor, el mensaje y el objetivo perseguido y así poder potenciar la imagen de las empresas y establecer las pautas a mejorar para su correcto funcionamiento.
La producción, la fabricación y el suministro de los procesos comunicativos se ha digitalizado, lo que nos permite generar una personalización y abrir mayores vías de comunicación. Podemos llegar a cualquier parte del mundo o, lo que es lo mismo, a infinidad de clientes, de la forma que mejor se adapte a las circunstancias de una empresa o de una institución gracias a la segmentación de los mercados (quizá no nos interese llegar a cualquier parte del mundo, sino que lo queremos es llegar a los que están a nuestro lado) y, encima, el proceso es exponencialmente más económico que en el pasado. La información se mueve continuamente por todas partes mediante los dispositivos móviles y las tabletas. Y las redes sociales también cumplen con su misión al convertirse en canales de impacto activo, continuo e inmediato. Es decir, traducido: eso es algo que las empresas y las instituciones tienen que aprovechar. ¿De qué forma? Con una gestión eficaz de mensajes preclaros y con una estrategia planificada de contenidos. Con, en suma, inteligencia y preparación, con la obligación de atender las necesidades de sus usuarios.
En resumen, la comunicación en la era digital ha eliminado las reglas clásicas del juego, pero nos ha concedido posibilidades casi infinitas para posicionar una marca, crear una potente identidad digital, maximizar la utilidad de la comunicación directa con nuestros clientes (que, según decenas de estudios, cada vez es más efímera e ilimitada) o informar de lo necesario sin barreras ni ruido.
Ahora, tenemos más información que nunca y contamos con un recurso indispensable para aprovechar ese caudal de información: la comunicación digital.
Es el momento de hablar, de comunicarnos.
¿Hablamos?